¿Os habéis preguntado alguna vez cómo aprendemos algo nuevo en nuestro día a día en la empresa?
Por ejemplo, cómo hemos aprendido a hacer los informes de visitas a clientes, los cierres diarios de ventas, la elaboración del dossier de un producto, un inventario, el presupuesto del periodo, etc…
Cuando pasamos del estado de incompetencia inconsciente a incompetencia consciente sabemos que es el momento de poner en marcha el proceso de aprendizaje.
Para aprender y afianzar conocimientos nuevos, partimos normalmente de las metodologías y procedimientos normalizados que forman parte del sistema de gestión documental de la empresa, y/o nos apoyamos en fuentes de información externas, a través de libros, vídeos, de lo que buscamos de manera autodidacta, asistiendo a formaciones regladas, a seminarios, etc. Todo esto nos va abriendo la mente hacia un nuevo conocimiento.
En ese momento, empezamos a ponernos en marcha y a conocer algo de manera consciente, pasamos a la fase de competencia consciente a través de la búsqueda de información. Pero esto supone apenas el 10% de nuestras habilidades. Porque decimos que sabemos algo cuando realmente lo estamos haciendo y poniendo en práctica.
La segunda parte del proceso de aprendizaje consciente es precisamente la puesta en práctica del conocimiento adquirido en nuestro día a día. Aquello que hemos aprendido de manera consciente, hay que aplicarlo de manera inmediata. De esta manera, vas a empezar a experimentar, a descubrir, a confrontar tu realidad. En esta fase del conocimiento demostrar la habilidad o el conocimiento por nuestra parte requiere concentración y esfuerzo.
Avanzando en las Etapas del Conocimiento
Para entender cómo avanzamos en nuestro proceso de aprendizaje y cómo afianzamos los conocimientos, pensar en qué fue lo que más os impactó en vuestro entorno laboral y profesional para hacer las cosas de una determinada manera.
Cuando estamos en esta fase de aprendizaje estamos en alerta y abiertos a los estímulos e información de nuestro entorno, haciendo preguntas a nuestros compañeros y colaboradores: “y tú … ¿cómo lo haces?”. De las observaciones y sus respuestas seguimos aprendiendo.
Esas cosas que has aprendido previamente pasan ahora a un segundo lugar, y lo que pasa a primer lugar es la experiencia real, el resultado de confrontar cómo lo hacen ellos, los consejos, los atajos, que te están compartiendo tus compañeros y que tú mismo experimentarás y adaptarás a tu día a día. Lo que consigue afianzar nuestro conocimiento, además de la práctica repetitiva, es el confrontar, procesar y adaptar las experiencias de los demás.
Decimos que sabemos hacer algo, cuando tenemos tanta práctica con una habilidad que la hemos incorporado a nuestra rutina, sin esfuerzo. Hemos adquirido la competencia inconsciente. En esta fase, generaremos una resistencia a hacer las cosas de otra manera. El retar el “status quo” dependerá mucho de la flexibilidad del sistema y de nuestra capacidad para reinventarnos y mantenernos receptivos a nuestro entorno.
Aquí viene la pregunta clave:
¿Te has planteado alguna vez cómo impactas tú en el aprendizaje, la conducta y en el modo de proceder de tu equipo?
Quizás no eres consciente, pero tú, como dueño de negocio, como jefe de equipo, como líder; influyes definitivamente en las personas de tu entorno.
Y lo haces cuando observas un comportamiento y no dices nada, cuando ese comportamiento es bueno y no felicitas, cuando ese comportamiento es malo y lo pasas por alto. Por mucha prisa o urgencia que tengas, si observas algo que está mal y pasas delante de ello sin decir nada, todos los demás que están a tu alrededor pensarán que eso no es importante.
El simple hecho de recoger un papel del suelo que no debería estar, o la manera en la que nos vestimos para visitar a los clientes son ese ejemplo que damos a los demás.
Somos mucho de decir lo que hay que hacer o cómo hay que hacer las cosas, pero a la hora de dar ejemplo y comportarnos como hemos pedido que se debe hacer, es donde nosotros mismos más fallamos.
Decía Jim Rohn: “eres el promedio de las cinco personas que te rodean”.
Ese ejemplo que tú das influye de manera definitiva en las personas que trabaja contigo y su comportamiento y respuesta a las metodologías de trabajo está condicionado por ello.
Si un porcentaje del comportamiento de tus colaboradores va a ser consecuencia del ejemplo que tú les das, vale la pena tomar consciencia de ello y utilizar ese efecto tractor para ayudarles en su desarrollo personal y profesional dentro de la organización y para alinearlos con la visión y los valores de la empresa.